La verdadera relación de dependencia

15 años viniendo todos los días a trabajar. Nunca llegué tarde, y no falté nunca – salvo vacaciones “, me contaba no hace mucho una persona allegada, triste porque había dejado de trabajar en una empresa a quien según él “le había dedicado gran parte de su vida”.

Me confesó además. “Hay algo que si yo siempre creí, ingenuamente: que esta relación era para siempre”.

Es que la relación de dependencia entre empleados y empleador es un supuesto reaseguro de empleo, que en realidad en la práctica es más que frágil. Es un contrato que supone una vigencia en el tiempo que da seguridad y cierto alivio pero está lejos de ser permanente o eterno.

Los que estamos y estuvimos en ambos carriles, sabemos que tanto la relación de dependencia o el trabajo independiente, ambos se basan en un mismo principio: la inestabilidad.  No hay contrato que garantice nada.

¿Entonces, existe o cuál es la verdadera relación de dependencia?

Hay un único condicionante para lograr la verdadera dependencia: ser lo más imprescindible posible.

Que una posible futura ausencia pese tanto que se decida descartar y privilegiar el mantenerse “contratado”.  Que se prefiere que esa persona esté cerca, que participe, que sea parte, que contribuya (vs el dejarlo ir o no estar).

Esa ligazón se construye de varias formas: en mi experiencia lo que más pude ver es que no siempre es por un tema de conocimiento o expertise; muchas veces se basa más en el buen relacionamiento, en la confianza generada y el don de gente. Por ahí tal vez exista una chance para una real (aunque siempre inestable) relación de dependencia.

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Subte Nazi

Este post es solo para entendidos o fanáticos de la serie Seinfeld. Si no han visto la serie o no han visto el capítulo “Soup Nazi”, pueden abandonar en este momento este posteo y mil disculpas por el tiempo perdido. Para los que tienen curiosidad de qué estoy hablando pueden buscar la serie y el episodio en Netflix (sexto capítulo, sexta temporada) o ver este video en youtube (un resumen)

Existe en mi barrio un personaje similar.

Que también ejerce el mismo poder, pero con la Sube.

A discreción. Hay días que te deja cargar la sube sin problemas, otros días que indica un límite (no más de $1,000 o $ 500), u otros momentos que el sistema “no anda” o directamente “no cargamos Sube ahora”.

Todo con la misma cara que el personaje de la serie de Seinfeld.

Con discrecionalidades a flor de piel.

Puede pasar que no se te permita cargar la SUBE, y al de adelante y atrás en la línea lo haya podido hacer sin problemas. Dejandote con la tarjeta en la mano, impávido, y rumiando, pensando. ¿Ahora que hago? ¿Me tengo que ir caminando?

No vale la pena compartirle tu pesar o preocupación: la decisión está tomada y si le decis algo, nunca más vas a poder cargar la SUBE ahí. “¡Next!”

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Me han cancelado

Sí, me han cancelado.

Me ha pasado lo que podríamos llamar un ejemplo de cancelación (del tipo gerencial). Una variante “más” de las cancelaciones que se han extendido en nuestra sociedad. En este caso puntual, es el de una persona con la que trabajaba codo a codo (partners) y que de un momento a otro decidió no dar señales de vida.

(no me estoy refiriendo a un prospecto que no nos atiende o un viejo cliente que no nos compra más – es algo más cercano y relacional)

Ante un hecho como éste (que no es nuevo), entiendo que uno pasa distintas etapas: la negación (“seguramente no lo leyó, le escribo de nuevo” o “está muy ocupado estos días seguramente”), la bronca (“un ok no se le niega a nadie”), a la última etapa, que es la sana aceptación.

Es en la aceptación donde las cosas se ponen más claras y donde uno se da cuenta que nunca va a saber a ciencia cierta porque fue “cancelado”: básicamente, porque falta información que llevó a esta situación. Uno puede intuir, sospechar, argumentar y creer.. pero la verdad no se revela porque no hay más relación.. y si vuelve con una explicación, siempre será condicionada o sospechada.

Ahora, es importante entender que nunca la causa es enteramente del otro. Es también valioso revisarnos y ver si nosotros hemos o no cancelado a alguien alguna vez. Tal vez sin “querer queriendo” o con propósitos adrede, el ver si lo hemos hecho nos lleva a entender las implicancias que puede tener en otros un comportamiento que cuando es hacia uno, no es nada agradable. Ni recomendable.

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No hay plata (gerencial)

Acá estoy retomando las notas luego de un tiempo … la inspiración es una variable indómita que te lleva a escribir una a dos notas semanales, a un vacio de meses. Por suerte siempre hay temas que te despiertan interés, y el de hoy es uno que me llevó a volver a escribir.

Se ha instalado en la opinión pública (en términos políticos) la frase del título. “No hay plata”, como una consigna disruptiva, nueva, novedosa, radical y hasta políticamente incorrecta. A nivel gobierno y ante cualquier pedido, ante cualquier gasto, ante cualquier reclamo, surge como nueva la frase susodicha.

Ahora bien, los que venimos del ámbito de los negocios y del marketing, nos preguntamos: “¿Cuál es la novedad?”

Porque la frase no es nueva para nada. Al contrario suena más a un BAU (un business as usual) que una novedad desconcertante. Convivimos con esta realidad todos los días, todo el tiempo. El sentido de la escasez se impone siempre, y son los gerentes con su buen criterio (económico, financiero, el que sea) los que siempre están con estas palabras preparadas para dar respuestas. Los pedidos de dinero son constantes; la respuesta que no hay, también.

Esta situación no es solo del punto de vista, de partidas, presupuestos, pedidos de inversión y gastos. También a nivel personal / empleado. Levante la mano quien no fue alguna vez a pedir algo: un aumento de sueldo, un viático, un curso específico, un viaje, etc.…  Y la respuesta también fue muchas veces la misma: “lo siento mucho, no hay plata”.

Bienvenida la escasez a la discusión política, porque de ella se aprende y mucho. Las cosas valen y no son gratis. Los gerentes de este mundo pueden dar cátedra sobre ello.

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¿Un marketinero como presidente?

Si bien hace años que todos los candidatos políticos tienen en sus equipos y planean estrategias de marketing precisas, el fenómeno Milei y su éxito sorpresivo (para la mayoría) nos plantea un caso muy interesante que vale la pena abordar desde la mirada del marketing.

Todo este análisis va más allá de cualquier contenido político u económico: es solo una observación alejada de cualquier tinte partidario. Es una mirada desde el marketing. Veamos:

Lo primero que llama la atención es la presentación de alguien inusual, distinto, llamativo.  Con un estilo muy particular desde sus modos, formas y contenido, se constituyó en alguien sumamente “mediático”, convocable para opinar y ganando así presencia y exposición (no paga). Es una de las condiciones del marketing: lograr presencia y recordación para escalar el top of mind de la gente..  claramente lo logró.

Lo segundo que también se percibe es la capacidad de entender y descifrar el sentir de la gente. Esto que está en base y sangre del marketing, en esta experiencia se ve que se ha logrado captar el “humor” y darle respuesta desde el discurso (porque hasta ahora son solo palabras y promesas…)  a cierta demanda insatisfecha. Si se compara con los otros discursos competitivos, los resultados indican que no fueron tan asertivos y apropiados en general a lo que la gente piensa, aun en algunos candidatos rivales con discursos claramente fuera de sintonía

El tercer aspecto hace referencia  a la estrategia de posicionamiento más tradicional, que los manuales indican: elegí 1 ó 2 conceptos y “ve por ello”. Acá se vio muy claro: casta y dolarización, y no mucho más, bastaron para que el posicionamiento funcionará y la gente supiera “de que se trata”.  

El último factor a compartir (puede haber más…) es lo importante de tener una estrategia multisegmento, que llegue a todos y no solo a un segmento para ganar volumen. Los resultados indican que tuvo amplia llegada y fue transversal a todos .

En resumen, y otra vez sin tener una mirada política o menos haciendo futurología, es interesante y sirve de aprendizaje para cualquier disciplina poder aprender de los casos que funcionan y dan en la tecla. En este caso tenemos un caso interesante de marketing estratégico. ¿Será entonces un marketinero el nuevo presidente? Falta poco y lo sabremos.

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La prueba del ascensor

Hace muchos años, un jefe de esos sabios me compartió un consejo corporativo bien específico.  Yo iniciaba una carrera corporativa tradicional y una tarde de trabajo y de charla, me dijo: “Cuando empezás en una organización, un objetivo importante es que el gerente general te conozca. Pero no, que te salude o te diga “hola” o “chau”. Que te conozca y reconozca por tu nombre.

Flor de mandato, flor de objetivo. Bien medible, bien desafiante.

Claramente en una organización pequeña, no es tan difícil de lograr: pero más difícil en una organización de las grandes, y más cuando el contacto con el CEO no es habitual o cotidiano.

En mi caso, me propuse que esto pasara. A través de propuestas, presentaciones, distintos eventos y circunstancias, el conocimiento sobre mi persona entendía que ya estaba “instalado” y el gerente general ya sabía de mí. Pero faltaba la prueba de fuego: que me nombrara por mi nombre.

Se dio entonces la prueba del ascensor. Una vez subiendo al edificio, me cruzo con él en uno de los ascensores (eramos varios). El saludo fue cordial y típico: “Hola xxx”. “Hola, que tal” (el nombre “Diego” no apareció). ¿Cómo podría ser? Estaba claro: la percepción que yo creía que se había logrado, realmente no estaba.

Al tiempo vuelve a pasar de volvérmelo a cruzar en el ascensor. Otra vez lo mismo. “Hola que tal, hola, bien, gracias”. ¿El nombre? No, ausente.  “Que va a hacer”.. era un poco el sentimiento que surgía. Al llegar al destino (el piso pertinente), y sin esperarlo, y antes de bajar … surgió el “Hasta luego, Diego”. Uf… Listo, misión cumplida.

En el mundo actual, del teletrabajo, de los zooms,  ¿seguiría vigente hoy el mismo consejo que me dieron en el pasado?  Claramente si, aunque tal vez no tan fácilmente medible en un ascensor ….

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Entrevías y las crisis

El fin de semana estaba viendo una serie española llamada Entrevías (en Netflix, muy recomendable) donde se daba la situación de un inversor que quería comprar las propiedades en un barrio de Madrid azotado por la violencia y la delincuencia.

Uno de los tentados a vender su propiedad le preguntaba al inversor: “¿por qué quiere ud comprar algo que ud mismo dice que hoy no vale nada?”. “Porque creo que en el mediano plazo va a valer más”, le justificó el potencial inversor. “Entonces yo me la quedo y espero”, fue la respuesta del vendedor. Fue el único que no quería vender: el resto sí, dado que veían el presente de sus propiedades sin valor y nadie quería esperar nada.

(lo que no sabía el  vendedor y si el  inversor es que habría una próxima modificación al código urbano que alteraría fundamentalmente el valor de las propiedades)

Este ejemplo televiso es una clara respuesta a la pregunta ¿las crisis son oportunidades? Nunca se sabe hoy si una crisis es una oportunidad, salvo que tengas información.

Información de lo que va a pasar a futuro, y confíes en ella.

Esa información puede ser, como en el caso de la serie, información exclusiva y propia (con un riesgo menor), o información inferida, en base a antecedentes, experiencias anteriores, supuestos fuertes u otras estimaciones que definen un futuro mejor. En estos casos SI hay riesgo, y si la información termina siendo no certera, podes terminar errándole feo. 

De esta forma, para poder contestar bien la pregunta, no queda otra que enfocarse en lo que viene después y confiar en ese cambio de rumbo (y bancarse el riesgo). La crisis por si solas, son solo crisis. Punto.

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¿Qué hago con mis CDs?

Es muy común que la gente se encuentre hoy (dela generación + 40 …) que tienen en su casa pilas (hasta torres) de CDs arrinconados en un rincón, esperando “su momento”, que no estaría ocurriendo: el de ser escuchados.

Algunos esgrimen que “cada tanto” sacan uno de los CDs de su preferencia (con una mezcla de nostalgia) para escucharlos una vez más. Pero no mucho más que eso… Lo interesante, es que siguen ahí entonces, acumulando polvo en un rincón, sin ser usados casi.

Surge entonces la pregunta del título: “¿Qué hago entonces con todos mis CDs?”.

Lo lógico seria que, sino los uso y ocupan espacio, es no tenerlos más. Sin embargo, la gente … no hace nada de eso. Al contrario, dejan que sigan estando, esperando ese momento de escucha que sabemos que no va a pasar. ¿Por qué?

Porque deshacercerse de los CDs sería asumir que lo que en su momento tenía algún valor, hoy ya no lo tiene.  Mezcla de remordimientos económicos (¿cuánto me salió cada uno? ¿Cuánto pagué por el total?) y de de saudades emocionales (… éste fue el que compré por primera vez .. tengo la colección completa de xx … éste me lo trajeron importado de …  éste otro lo escuché miles de veces y me sigue gustando … ) ..etc..

Esta mezcla de sensaciones nubla el razonamiento y frena la decisión irreversible.

Lo mismo pasa en los negocios.

Atarse al pasado por lo que antes funcionó y ahora no funciona, es no saber asumir que las cosas cambian. A veces son cambios profundos que trastocan todo, tanto que aquello que tenia sublime valor, hoy no vale nada y hay que mandarlo a pérdida.  Productos, segmentos, canales, tecnologías, recursos, formas de trabajar, procedimientos, CREEENCIAS, todo puede tener su momento y hoy dejar de aportar y requiere ser mínimo revisado y seguramente descartado. Como los CDs.

Pensemos: ¿hay CDs también en mi negocio? ¿en mi profesión? ¿en mi forma de abordar los negocios? Si es así, es hora de liberar el rincón, y largar, aunque dé mucha pena.

(comentario adicional: le pregunté al ChatGPT qué hacer con mis CDs y me sugirió: “donarlos a escuelas o bibliotecas, o venderlos en segunda mano”. Quedármelos no fue para el bot una opción.)

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La importancia de la inteligencia artificial en el marketing

La inteligencia artificial (IA) ha llegado para transformar la forma en que las empresas hacen marketing.

Uno de los mayores beneficios de la IA en el marketing es su capacidad para analizar grandes cantidades de datos. Con el uso de la IA, los especialistas en marketing pueden analizar la información de los clientes en tiempo real y obtener información valiosa sobre los patrones de compra, las preferencias de los clientes y los comportamientos de navegación en línea. Con esta información, pueden personalizar las experiencias de los clientes y mejorar la eficacia de sus campañas de marketing.

Otro beneficio de la IA en el marketing es su capacidad para automatizar las tareas repetitivas. Con el uso de la IA, los especialistas en marketing pueden automatizar tareas como la segmentación de la audiencia, la creación de contenido y la gestión de campañas publicitarias. Esto puede ahorrar tiempo y recursos, permitiendo a los especialistas en marketing centrarse en tareas más importantes, como la creatividad y la estrategia.

En resumen, la inteligencia artificial es una herramienta vital para los especialistas en marketing. Si aún no ha implementado la IA en su estrategia de marketing, ahora es el momento de hacerlo.

(esta nota NO la escribí yo. La escribió el CHATGPT –  le pedí que me escribiera “un blog sobre la importancia de la IA en el marketing”.. y con algunos ajustes .. este el texto resultante)

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El gerente mandón

Es un mandón, me acuerdo como si fuera hoy; era uno de los temas recurrentes que surgían al momento de hablar sobre un gerente. “Es impecable, super ordenado e inteligente”, (era el comentario elogioso obligado), “pero mandón … no te dan ganas de hacerle caso”.

Pero.. ¿acaso no se trata de eso? ¿De “mandar”? ¿No es ése el rol de un gerente? ¿De definir quién tiene que hacer qué?

Es la famosa e histórica división del trabajo, que no hay metodología agile que haya hecho desaparecer  … el rol sigue vigente, y su mandato.. Mucho más. ¿Entonces?

Es que con el venerado mandato, no alcanza. El empoderamiento jerárquico es necesario, pero no es suficiente.  La autoridad delegada te abre la puerta para mandar.. pero no la deja siempre abierta. Hace falta mucho más que un título o una bendición celestial para que las cosas realmente pasen.

El mandar sin mandar, el pedir sin pedir, el ordenar sin ordenar, solo se consigue si el gerente despliega el arte de la seducción. La seducción es el camino opuesto al mandato o la pura autoridad; permite lograr que las cosas se hagan por el propio espíritu del hacer y cumplir, sin órdenes ni condicionamientos.  Solo por la propia magia del encantamiento en cuestión.

Es fácil darse cuenta quienes ejercen esta cualidad. No hay que ir muy lejos: solo faltar mirar quienes son aquellos bien ponderados, aquellos que mejor imagen tienen, aquellos cuyos pares gustan de estar y compartir tiempos y proyectos con ellos. En ellos la seducción seguramente se encuentra a flor de piel. Liderazgo, al fin de cuentas.

Entonces, vale la propia introspección. ¿Cómo somos a la hora de decir que hay que hacer? ¿Somos del team mandato? ¿O somos del team seducción? Seguramente, el desplegar las mieles de la seducción será un camino de ida para mejorar y revertir cualquier postura en contrario. 

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Coraje, se busca

Administrar el status quo lo hace cualquiera.

No quiere decir que sea fácil o menos importante. Al contrario …  puede ser de las cosas más tediosas, complejas y estresantes de hacer y tolerar. 

Sin embargo, el gran desafío es lograr salir de lo establecido, de lo probado, de lo seguro, de lo que todos hacen. Romper la barrera de la normalidad y certeza, para entrar en terrenos de la incertidumbre y el riesgo.

El salir de este estado modórrico no es para todos, porque requiere algo que escasea y no abunda: coraje. El coraje gerencial es uno de los grandes activos de los gerentes a emular.

¿Qué significa tener coraje? ¿Romper todo sin medir las consecuencias? ¿Apostar a pleno con los ojos cerrados? ¿Avanzar recto cuando todas son curvas o frenos?

El coraje a envidiar es el coraje “inteligente”. El que sabe arriesgar pero no a tontas ni ciegas. El que sabe dar el salto no con los ojos vendados, sino con los ojos bien abiertos… pero dando el salto al fin. Saber  que hay que hacer lo que hay que hacer, y hacerlo (no poca cosa).

El coraje inteligente requiere conocimiento, experiencia pero también confianza y seguridad. Solo un gerente seguro tendrá la capacidad para hacer aquello que haya que hacer y lo logre enfrentar, aún sabiendo que el camino puede ser bravo y el momento a transitar doloroso. No importa, es lo que hay que hacer: adelante.

El coraje no se encuentra en los CVs … pero debería.

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La peor trampa del marketing de hoy: la irrelevancia

En el mundo complejo y competitivo de hoy, la comunicación es importante. ¡Qué duda cabe!  Dentro del desafio que representa comunicar, hay que siempre recordar que del otro lado de mi intento de comunicación, hay una persona/target/consumidor/destinatario (etc.) al cual queremos llegar y que queremos que con lo que yo le diga, haga algo (me considere/me elija/me consuma, etc.)

En este ejercicio ambicioso, donde las empresas y marcas invierten muchísimos $$$, a veces nos olvidamos de lo más básico, y por ser básico no quiere decir que no sea importante: con buenas intenciones y buenos motivos no alcanza. Hace falta algo más: que el que lo reciba considere “que vale la pena”.

El valer la pena puede sonar ambiguo tal vez, pero si por ejemplo comunicamos algo que sea “divertido”, ya tenemos mucho del camino allanado.

Sino lo hacemos, podemos ser castigados con la indiferencia. Desastre que no se revierte con más dinero o inversión. Eso pasa generalmente cuando nos enamoramos de nuestro discurso o nos limitamos a mostrar atributos o beneficios, sin magia ni gracia. Terminamos produciendo comunicaciones que la gente normal percibe como “irrelevantes”. Se termina gastando mucho dinero. Pero comunicamos “nada a nadie“.

Si uno repasa los mejores casos de éxito, todos tienen seguramente algo en común: lo que veamos o escuchemos nos gusta, nos moviliza, nos emociona, nos divierte, nos “llega” . Copiemos lo bueno y enterremos lo malo, pongamos al cliente en el centro de su atención e interés, y tal vez así, podemos escapar de la mayor trampa del marketing moderno.

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