No fui a ver a Coldplay
“¿ Cuándo vas a ver a Coldplay”.
“No, no voy.”
“Ah, ¿por algo en especial?”
“No, nada en especial.”
“¿No te gusta Coldplay?”
“Si, son buenos pero no soy fan ni me gustan tanto. ¿Por?”
“No nada .. . estuvo espectacular”.
De pronto, me quedé afuera.


Sin querer queriendo, no fui parte de toda una movida donde la gente de mi alrededor (amigos, conocidos,etc. ) participaron de algo increible y donde solo parecía había una única opción: estar. Yo no estuve. Perdón.
Solo, muy solo, en mi burbuja de la propia exclusión, no dejé que me invadan culpas o justificativos erróneos. ¿Por qué no quise estar? La respuesta es fácil: simplemente, porque evalúe que no valía la pena. Tengo al menos 10 bandas para ir a ver antes (y a otro precio). No mucho más que eso. Punto.
Pero pudo ser no suficiente.
Es que el consumo puede no ser un acto solo meramente individual, sino colectivo. Donde el deseo no viene del interior, sino del exterior. Se muestra como social, comunitario, integrador. Donde lo que atrae es más el pertenecer que el ser, y el riesgo de no estar es mayor a cualquier disfrute sincero: que me lleva a aplaudir a quien vi poco, escuche algo, entendí menos, pero no importa.
La próxima vez que toque, ¿me avisan antes por favor? Tal vez me convencen.