Es un paso casi obligado de las empresas familiares ver como lidiar con el paso de generación a generación en el manejo gerencial de los negocios.
Especialmente desafiante en aquellas muy exitosas y de gran crecimiento en una generación, que deben pasar a la otra que le sigue. Y mudar su posición siempre primaria de tener en la conducción a los familiares y parientes, para querer ir a un formato de gerenciamiento con gente ajena a la familia. Proceso que generalmente se llama “profesionalización” del management. Convoquemos a los “mejores” para lidiar con el negocio.
Paso muy loable, muy recomendable, muy plausible, pero que no está exento de contradicciones, idas y vueltas, frustraciones, y sobre todo, con poco avance y real cambio. Es que para lograr una profesionalización efectiva, hace falta que primero los principales referentes del negocio acepten que el negocio debe y puede conducirse de otra manera. ¿Qué significa “de otra manera”? No es solo con otra metodología, procesos o formas, sino sobre todo y que es la esencia del cambio real, es aceptando que aquel que viene de afuera es mejor y puede y debe tomar decisiones SOLO, sin consultar, y aún avanzando con ideas y propuestas y decisiones que pueden no ser las mismas de la troupe familiar dueña de todo.
Es una gran aceptación, que implica dejar el control, soltar, CONFIAR, y aceptar plenamente (y de verdad) que hay otros mejores haciendo lo que la familia y la troupe hacían antes. En esa gran aceptación debe incluirse en el combo: la paciencia, el espacio permitido para el error ajeno, el no solo mirar lo pasado con el diario del lunes, y entender que ahora el rol es otro, que implica una mirada distinta y más estratégica y buscando oportunidades grandes, dejando el día a otros.
¿Se puede? Si. ¿Cuesta? Un montón. Mucho más de lo que se cree cuando se inician estos procesos. Que si no se encaran y aceptan bien de entrada, pueden llevar a situaciones difíciles, donde el peor resultado es una profesionalización nunca efectivamente realizada, la frustración de los que llegan y se van rápido, la fama de “picadora de carne” para cualquiera con otro perfil, y el arraigo en la empresa de una cultura que termine alineándose a los familiares y expulsando a todo profesional nuevo, ya sea por mandato, convicción o defensa personal.
En definitiva, avanzar en la profesionalización es un acto claro y “profesional”, que requiere una alta convicción y entrega familiar para que realmente pase.