Planificación e Inundacionaes

(esta foto la obtuve a pocas cuadras de mi casa a la mañana siguiente de la tormenta. Se puede apreciar el río que se generó y la lancha movilizando a vecinos)

En Argentina se vivieron dos inundaciones de carácter dramático en dos paradójicamente Capitales. En la ciudad de Buenos Aires, Capital del país, y en la Plata, Capital de su provincia más importante (por economía y cantidad de población). No voy a entrar en el terreno político o de las culpas, sino tomar este tema como disparador del tema planificar o no planificar.

Parte de mi trabajo como consultor o docente es ayudar a las empresas (y a los alumnos como ejercicio) a planificar. Luego de años de trabajar en esto, me sigo encontrando con las mismas resistencias: a mucha gente no le gusta tomarse el trabajo de planificar las cosas, ya sea en una empresa, un negocio o una ciudad.

¿Por qué?

La planificación no tiene atractivos inmediatos. Pensar en planificar representa invertir hoy (recursos monetarios, tiempo) para poder disfrutar o recibir los resultados mañana. Muy loable, pero poco atractivo.

Existe una tendencia generalizada del disfrute hoy, de querer hoy y no esperar. De que me den las cosas masticadas en lugar de tomarme el trabajo de hacerlo yo. La planificación requiere tiempo, reflexión, análisis, pensar, imaginar escenarios posibles y prever las contingencias necesarias. Requiere sacrificarme hoy para poder ver si a futuro se logra. Es una tarea que no se condice con la tendencia fuerte de “vivamos hoy, mañana vemos”.

(por mi trabajo me tocó hacer estudios sobre la gente y como piensan afrontar la vejez desde el punto de vista financiero. La conclusión fue contundente: la gente dice preocuparle su futuro financiero, tener un respaldo para la vejez; pero para ello se hace poco hoy. Es decir, algo así como “Dios proveerá”. Es que entre irse de vacaciones, o destinar ese dinero para un futuro en su vejez… ¿qué piensan que hace la gente?)

La mejor de las excusas que escucho siempre es “para que planificar sino sé que va a pasar dentro de 3 meses“. Es cierto, pero esta aseveración es justamente la principal razón para planificar. Si lo pensaste bien antes, tu poder de reacción va a ser mejor que improvisar en el momento.

El otro argumento es que la planificación “quita espontaneidad” y quita “libertad para manejarme con el instinto“. Hay una divinización del instinto como valor gerencial. Malas noticias para esta corriente de opinión: en el mundo de hoy la improvisación y el instinto son síntomas de falta de profesionalismo. El instinto lo tienen los animales; los humanos contamos con la razón, una bendición que parece que no aprovechamos.

Pero el punto más importante y tal vez que motiva esta nota es que trabajar con planificación no puede ser discrecional, porque indicaría que la gente haría lo que quiere, que es no planificar. Trabajar con planificación no es una opcion, sino el único método de trabajar, y para ello y por más que pese, hay que forzar y obligarlo. Son los métodos, los procesos y sobre todo la constancia los que imponen esta forma contra intuitiva de trabajar. Es el camino para el éxito. Si vemos alrededor, ¿cuáles son las empresas, las organizaciones, los clubes y los gobiernos que triunfan? Los que se tomaron el trabajo de planificar, salir del día a día, romper el egoísmo de disfrute hoy para pensar en grande. Donde sean otros (tal vez no yo) el que lo realmente se beneficie mañana.

Es responsabilidad entonces de los máximos responsables trabajar para poder aspirar a un futuro distinto. Y no esperar a que el agua nos llegue al cuello (literalmente) para ver qué hacer y actuar.

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Diego Regueiro

Director Ejecutivo
www.marketingyestrategia.com


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