Una de los aspectos que se valora en la gente en los trabajos es su “seguridad”, la propia expresión de confianza que despierta en la otra gente.
Sin embargo, esta auto manifestación de seguridad puede tener su lado oscuro. Es que el hecho de ser o manifestarse seguro no te convierte automáticamente en una persona competente. Pero si disfrazar carencias.
Les comparto un ejemplo propio. Hace años y como líder de un equipo, debí sumar gente de manera de poder delegar tareas ante el crecimiento del trabajo. En la búsqueda de los miembros de ese equipo, uno de ellos logró su oportunidad en base a la seguridad demostrada. Sus antecedentes estaban en línea con lo esperado.
Al comenzar a trabajar juntos, su energía, su seguridad, su “quédate tranquilo yo me hago cargo” me generó la satisfacción inicial de la decisión correcta al sumarlo.
Pero al poco tiempo, las cosas no se dieron como esperaba. Claramente, esta persona no estaba (a pesar de que su discurso sí) a la altura de lo que se le delegaba y que él confiadamente aceptaba hacer. Su trabajo hacía “agua”.
El alivio que sentí al principio, al poder delegar y “desentenderme” del día al día del tema, se convirtió en un bumerang. Porque el trabajo no se hacía como era debido o como se esperaba que se hiciera. En lugar de poder descansar, “tuve” que meterme en los temas delegados, lo que representa un doble trabajo. La peor receta.
Ahí descubrí que muchas veces la seguridad no está asociada a la propia capacidad. Esta persona era la primera en creer que era capaz de hacerlo. Pero en el fondo, su confianza, su seguridad, estaba disociada de la realidad.
En síntesis, la seguridad es un requisito para el trabajo, pero tiene que estar en línea con lo que uno puede dar realmente. No creerse más de lo que uno es o puede ser.