Exigencia extrema

Vivimos exigidos, enseñamos la exigencia como un valor, pretendemos exigencia y juzgamos que la exigencia es un modo de alcanzar cosas: objetivos, metas, sueños.

La exigencia está bien.

Por otro lado, combatimos la exigencia y la miramos de reojo: si vemos a un amigo estresado le decimos “no te exijas tanto!”, en una entrevista de trabajo cuando confesamos una debilidad decimos “soy muy exigente”, o  con los niños cuidamos de no superar alguna barrera de la exigencia “para no traumarlos a futuro”.

El ying y el yang de la exigencia conviven, se retroalimentan y se contradicen en el mundo de hoy.

Esto no es nuevo, la exigencia existió siempre. ¿Qué cambió ahora? Que en estos tiempos modernos, si queremos, la exigencia puede no tener límites (extrema).

¿Qué hacer? Busquemos los equilibrios, necesarios y tan difíciles de lograr, con relación a la exigencia y el para qué exigirnos. Entrenemos para maratones 42K, pero no por eso paguemos precios demasiado caros. Busquemos la perfección en el trabajo, pero sabiendo que el día tiene horas limitadas (que son menos de 24hs). Eduquemos en la perseverancia para lograr cosas, pero disfrutando el camino y quitando tremendismo al no logro (para no frustrarnos).  Seamos auotoexigentes, pero con “onda”, hacia nosotros y hacia terceros, anteponiendo los buenos modos. Y sobre todo, recordemos que la exigencia necesita de la satisfacción, porque sino no vale la pena.

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Diego Regueiro

Director Ejecutivo
www.marketingyestrategia.com


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