El Dr. Jorge Giana nos dejó en abril de este año. Pasaron unos meses, y recién ahora me pongo a escribir sobre él. Me tomé mi tiempo, y no escribí enseguida, no sé bien por qué, pero en un momento las palabras brotaron y acá estoy.
A Jorge lo conocí en una situación atípica: fui su profesor mientras él cursaba su maestría en negocios. En un break, se me acerca y me dice: “estoy trabajando en una asociación, me gustaría que me des una mano”.
La verdad es que cuando Jorge tomó las riendas de la institución, la asociación de referencia era casi una ruina. Jorge le puso una garra y corazón increíbles, para levantarla y lograr encauzarla. Antes de empezar a trabajar en el tema comunicación, me consulta: “hoy no tengo nada para mostrar, sólo proyectos, ¿qué hacemos, me quedo callado y empiezo a comunicar cuando tenga algo, o arrancamos ahora?”. “Empecemos ya, algo hay para contar, no esperemos” le contesté. Y así fue. Jorge creía muchísimo en el marketing y la importancia de la comunicación. El tiempo le dio la razón.
En pocos años, pudimos mejorar muchas cosas. Jorge me dio plena libertad (única) para implementar lo que me parecía. No era un cheque en blanco, pero si plena confianza. Si no le gustaba me lo decía, pero ante la duda, me decía que si. Y siempre traía ideas nuevas. Pude sumar gente conocida y que creía que podía contribuir, y él siempre les dio una bienvenida y apoyo.
En ese camino, no todo salió bien, pero fueron más los aciertos obviamente. Un equipo funcionando con gente buena, medios propios de comunicación externa establecidos, presencia en prensa destacada, relación con terceros, una revista interna valorada y eventos importantes de destaque (donde me guardo en el corazón a la Bienal y sus videos). Hasta un propio programa de donantes individuales en pleno crecimiento.
Me fui replegando en mi rol de implementador para tomar un rol más de consultor: ya no hacía falta tanta presencia, la cosa funcionaba. Una vez le plantee de seguir pero sin ajustar los fees. “De ninguna manera“, me dijo. “Vos seguís acá, conmigo“.
Confiaba mucho en las personas, les daba más de una oportunidad. En el caso específico de alguien a quien le había dado muchas (tal vez demasiadas) oportunidades, me confesó con frustración: “la gente no cambia”. Esta persona sigue aún trabajando en la institución.
Hasta el último día siguió trabajando. El último mensaje de whatsapp que me envió (cuando él ya estaba muy enfermo) era una indicación de trabajo para buscar que un área trabajara mejor. Jorge siempre estaba pensando y planeando cosas nuevas. Era un estratega pero también un osado: era de pensar y actuar al mismo tiempo. Arriesgaba sí, pero no era un suicida. Y en general le salía bien.
Una vez me referenció ante un potencial cliente: en la reunión, me presentó de una manera que me hizo sonrojar, “no hacen falta más palabras”, le dije a ese potencial cliente, trabajo que no prosperó. Otra vez me escribió a mí y a Dolores Massey (que empezamos juntos trabajando con Jorge) espontáneamente este mensaje que guardo:
“Querida Dolores y Diego, gracias por todo lo que han hecho, Uds. saben que cuando llegaron no había nada de lo que ayer brilló, fueron los artífices de esa noche, cada persona que acercaron se fue encajando en una orquesta que ayer sonó en un nivel superlativo.
Dolo y Diego son muy importante para el funcionamiento de la institución, gracias. Jorge”
No sigo trabajando con la asociación que él ayudó tanto y dedicó tanto tiempo y esfuerzo. La nueva conducción me recibió con frialdad y con crítica a todo lo hecho, situación que no soporté. Donde yo esperaba reconocimiento y agradecimiento hacia todo lo hecho por y gracias a Jorge, me encontré con desdén y olvido.
Tal vez esta situación fue la última enseñanza que me dejó Jorge: hacer sin esperar mucho a cambio, y saber que cuando ya uno no está, la vida sigue y la gente se olvida fácilmente.
No es mi caso.
Mi más grato recuerdo y sincero agradecimiento al gran Jorge Giana.