Es una vivencia recurrente en las empresas que he conocido en mi experiencia profesional. ¿Dónde hay un cuello de botella? En Sistemas. ¿Cómo lo resolvemos? Priorizando.
En esta priorización, todos los métodos, sistemas, modelos y demás yerbas siempre tienden a ser presentadas como grandes mejoras para luego terminar dejando insatisfechas a las partes. No importa cuantos comités, equipos, áreas de Gestión de la DEMANDA, o PAS, POS, o el nombre que le pongamos al intento. Todo siempre tiene un sentimiento resultante al final de insatisfacción y frustración.
Dando pie a los caminos informales. Había un jefe que mandaba estratégicamente mochilas de mktg (para clientes) a las áreas de sistemas para acelerar o conseguir escalar prioridades. Pequeños incentivos que mágicamente funcionaban. Podría enumerar otros métodos menos simpáticos como retos, gritos, golpes a la mesa y amenazas de escalar a las altas gerencias, con resultados varios.
Ahora bien, ¿cómo dar un marco entonces racional a un problema tan universal? Seguramente, la respuesta venga de la mano de la sensatez y el buen criterio (sentido común). Donde transformar una grieta en un proyecto común sea el paso más lógico y primario. Si se logra llevar y tangibilizar las prioridades en cosas más concretas y más cortas, donde se puede (aunque cueste) armonizar desde el consenso y no desde la presión egoísta individual, se puede lograr bajar tanta ansiedad. Sumado a una mayor involucración entre todos, con áreas de trabajo más abiertas y compatidas. Con todo esto tal vez se pueda deslumbrar un camino menos traumático.
En definitiva, que en este mar de complejidades y apuros, que mi proyecto sea nuestro proyecto, y donde todos entiendan y compartan una visión más o menos igual de lo que hay que hacer. Sabiendo que no hay botes para todos, si cada uno quiere su bote personal. Sí, hay lugar para todos si nos hacemos un poquito de lugar (cediendo espacio).