¿Parece un contrasentido, no? ¿Cómo es eso de tomar decisiones de 360°? ¿Es volver al punto de inicio? SI.
El tomar decisiones (de las difíciles) es un ejercicio complejo y titubeante. No suelen ser decisiones donde la respuesta sale fácil y cierta; al contrario, la solución suele ser esquiva, y muchas veces incierta. Con un dejo de fragilidad no menor.
Su naturaleza hace que cualquier camino que se tome, tenga en su respuesta un dejo de gran duda. Pero eso no es malo ni bueno, es así, está en la naturaleza de la toma de decisiones difíciles. El estratégico, duda, en silencio, en su intimidad, en su conciencia. No darle rienda a la duda sería convertirte en un necio (mal camino). Todo puede merecer el replanteo de la duda, no siempre y no permanente, pero si como gran y cierta posibilidad.
Aunque la duda te lleve al mismo resultado. Aunque todo el ejercicio de poner en cuestión lo que se piensa y hace, nos lleve a la misma conclusión o al mismo punto de partida (la vuelta de 360°). ¿Para que tanto pensar y analizar, si volvemos a la misma respuesta? No importa. Mejor, mejor así.
En definitiva, demos vuelta la ruleta de la duda, que gire siempre como parte del ejercicio reflexivo. Seguramente el ejercicio vale la pena, para reafirmar, reasegurar y confirmar. O para modificar, cambiar y cuestionar, si el final fue otro. Decía Bertrand Russell “el problema es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas”. La duda, el hecho de dudar, vale la pena.