Debo admitir: no soy fanático de Apple y de sus productos. Tal vez decir esto represente un sincericidio o que miles de personas me odien y me dejen de hablar por mucho tiempo. O no. No lo sé, pero es la realidad.
Si, debo admitir, que los productos de Apple me han despertado admiración y ganas de tenerlos (con una mezcla muchas veces de atracción, frustración por los costos y envidia por no poder acceder). Pero nada, nada que me llevará a ahorrar para tenerlos, o hacer cola para ser el primero en usarlo. Sería casi un anti fan (o más medido, o un Fan indiferente, si es que existe la categoría en Facebook). Es más, he accedido a comprar un producto Apple alguna vez. Tengo un Ipod que hace mucho que no uso y me espera en algún cajón para volver a usarlo (tal vez en el verano).
Con relación a Steve Jobs mismo, se ha hablado mucho y escrito mucho de él. He visto videos y leído frases y oraciones dichas por el que reflejan un pensamiento muy claro y sobre todo bien dirigido a resultados y logros. También he leído sobre su mal carácter, algo de sus métodos despóticos, y sobre su estilo obsesivo extremo pero exitoso.
En definitiva, debo admitir que estamos ante una de las marcas más valoradas y veneradas. Por sus productos, por su estética, por sus funcionalidades, por sus publicidades, por su dueño o por la fantasía alrededor de todo esto. Pero hasta ahí, llega mi admiración. Nada de fanatismo. Por lo menos para mí.