La semana pasada escribí la nota “Soy pobre no tengo Blackberry“. Esta segunda nota sería como una especie de continuación de la anterior. Se inspira en función de un comentario de un amigo que luego de leer la nota, me escribió diciéndome: “¿Cómo Blackberry? ¡Qué Pobre! El rico tiene Iphone”.
Me acordé entonces también de un seminario que di hace unos meses en Ecuador, donde la mayoría de los presentes tenían y usaban insistentemente sus Blackberries (donde algunos de los participantes tenían hasta 2 aparatos en uso). Les dije: “¿Ustedes saben que en 2 años, el aparato que tienen entre manos NO lo van a usar más?” Me miraron entre escépticos y extrañados, pensando en lo útil que les resultaba hoy o en lo tanto que habían deseado tener y terminaron pagando por tenerlo.
No lo dije porque leo el futuro, sino simplemente por observar lo que ha pasado en otros lados. La mayoría de los aparatos que circulan y se masifican en Latinoamérica, son de tecnología vieja, anticuada, y muy superada por otras opciones. Que sirve como primer uso, pasando de un celular común a un Smartphone como el primer salto posible, pero no mucho más, porque hay disponibles tecnologías muy superiores y que prontamente son adoptadas por los sectores altos y medios.
Es para destacar entonces como puede cambiar la percepción de la gente en tan poco tiempo. Donde un producto y su tenencia, puede pasar rápidamente de ser objeto de deseo y percepción de riqueza (“Premium”), a ser un objeto de poca estima, poco deseado, casi despreciable (“Masivo”). Lo que hoy puede sonar para “ricos” (tener una Blackberry) en el futuro muy cercano, va a ser un producto “para pobres”. En muy poco pero muy poco tiempo.
Tal vez, parafraseando a la mujer aquella del aeropuerto, pueda ser que la escuche decir próximamente “Soy pobre, tengo Blackberry pero no Iphone”.