Si uno le pregunta abiertamente a cualquiera, ¿crees que sos imprescindible en el lugar donde ejerces o trabajas? La respuesta es un gran… “OBVIO, ¡yo sé que NO! Lo tengo clarísimo”.
Si. Pero no.
Creemos que sí, que lo sabemos, pero actuamos como que no. Es más fuerte que nosotros. ¿Por qué?
Básicamente, porque “necesitamos creerlo”. La sensación de ser imprescindibles nos llena de emoción, de orgullo y de sentido. Es que es difícil sostener tareas complejas, estresantes y decisivas, si en el fondo no nos creemos que somos los indicados, los “únicos” y perfectos para cada rol. Es el combustible que llena nuestro ego y nos hace dar más. Sin esa sensación de superioridad delegada, es difícil seguir muchas veces adelante.
A eso se suma que las empresas, los empleadores, los jefes, etc, saben de esta necesidad, y son los primeros encargados de hacerte saber que sos imprescindible. Todo está pensado para hacerte saber que sos una persona útil, necesaria y funcional. Es la clave del rendimiento de cualquier empleado. Los estímulos se encuentran alineados en ese sentido. Se necesita que las personas trabajen entusiasmados para que las cosas se hagan pronto y bien, efectiva y eficazmente. Esto no está mal ni bien, ¡es así!. Es parte del interés de las empresas, hacerte sentir que sos útil, importante, “casi” y “susceptiblemente” imprescindible.
Es más, hay jefes, que hacen de esto el arte de liderar. Basan su liderazgo en lo bien que hacen sentir a las personas a su cargo, en lo certero que son a la hora de estimular y de poder lograr de cada uno, más y mejor.
El problema de esta ecuación, es cuando una de las partes (generalmente la empleadora) decide que la tan mentada utilidad se terminó, viró, o es reemplazable por otro o por nadie. No importa como: al final de cuentas, lo que pasa es que efectivamente era verdad que somos imprescindibles, a pesar de todo lo que antes hicimos para que pienses lo contrario. Es donde entonces aparece naturalmente la desilusión, la tristeza y el desamparo: te saqué de la cancha, te bajé del equipo titular, te mandé al vestuario directo… ¡pero yo era el “Pichichi” titular! No importa … “NEXT”.
En definitiva, todo esto es una cuestión de sentimientos y percepciones. No hay nada escrito que garantice nada. Creo que siempre lo mejor es tener doble lectura a las cosas, saber como son los juegos organizacionales de entrada, sin culpas ni cargos, obteniendo lo mejor en cada paso y no creyéndonos las cosas en demasía. En esta sabiduría seguramente estará la clave de todo.