Hace años en una entrevista de trabajo (era la última ronda), al cerrar la reunión, el que me entrevistaba me hizo una última pregunta: “¿Qué te gustaría que dijera tu lápida sobre vos?”. La pregunta me sorprendió. Nunca nadie me la había preguntado nadie (ni lo volvieron a hacer), pero seguramente existe en el algún pasquín de “las mejores preguntas de cierre de una entrevista”. Pensé un poco, y le dije: “Aquí yace una buena persona”. Me miró, no me dijo nada, y nos despedimos. (Nunca supe si mi respuesta estuvo a la altura de sus expectativas).
Hay veces que los gerentes tienen que tomar decisiones difíciles. Decisiones que afectan a personas. Desde cuestionar trabajos y actitudes, suspender ascensos o delimitar aumentos, hasta echar gente. Decisiones difíciles, con efectos en las personas no deseados, que llevan a cuestionar a la persona a cargo “si es o no buen tipo”.
Me he cruzado con distintos estilos de jefes, y mi frustración fue grande siempre cuando vi como excelentes gerentes en la gestión les iba muy bien y ascendían rápidamente, con perfiles donde el “ser buena persona” no era su fuerte. Al contrario: tal vez era su mayor debilidad, y sin embargo: no importaba. Es más, en muchos casos era su pilar para un buen desempeño: “si soy malo, me va mejor”.
Pregunto entonces: ¿se puede ser gerente y persona? Se puede ser bueno en paralelo, ¿siempre? O como argumentan algunos, ¿son incompatibles?
Seguramente no existe una verdad universal, pero tal vez la palabra de equilibrio sea el ser “justo”. Es decir, se puede ser buena persona y está bien, pero también se pueden asumir decisiones difíciles con altura y no por eso ser malas personas. Pero también, hay un camino que hay que tratar de construir y tienen que tener con los valores, y es el que a pesar de los malos momentos, igual se puede uno mostrar humano ante cualquier situación difícil. El otro camino es no “alentar” las malas prácticas gerenciales rayanas en la maldad.
En definitiva, se puede ser perfectamente buen tipo y buen gerente. Seguramente va a costar mucho más, pero los resultados y frutos de ese esfuerzo valen la pena.