¿Se lo digo o no se lo digo?

Hace un tiempo, hablando con un gerente de una empresa, nos pusimos a conversar de algunas personas a su cargo, repasando su actividad y situación.

Cuando hablamos de uno de ellos en especial (una persona con algunos vaivenes en su desempeño y recorrido profesional), el gerente en sí me confesó: “Es muy bueno, pero tiene un techo muy marcado. El problema es que él no admite que tiene ese techo. Con lo cual se la pasa pidiendo oportunidades que, lamentablemente, sobrepasan ese techo.”

-¿Se lo dijste? le pregunté.

No, sinceramente no pude. Sería una muy mala noticia para él.

Y dicho esto, siguió la conversación por otros rumbos.

Vale entonces la reflexión.

Primero, es más que común cruzarse con estas situaciones. Han sido estudiadas en varias oportunidades y hasta tienen nombre: se lo dio la psicóloga Ziva Kunda, al llamarlo “razonamiento motivado” (motivated reasoning). Tendemos a distorsionar nuestra percepción de las cosas —no conscientemente— debido a nuestros deseos, lo que nos lleva a una distorsión de la realidad o incluso a mentirnos a nosotros mismos.

Segundo, creo que como líderes tenemos un papel en ser sinceros con nuestra gente. Obviamente son temas sensibles, de difícil trato y seguramente consecuencias no deseadas. Pero existe un rol a cumplir (tal vez moral) de compartir nuestra verdad (seguramente más que validada) cuando vemos que es necesario que las cosas se conozcan como deben ser.

Más en la línea del “lo digo” que del “no lo digo”. En algún momento, esas cosas se terminan agradeciendo.

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Diego Regueiro

Director Ejecutivo
www.marketingyestrategia.com


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