En el año 2010 escribí una nota titulada “La tecnología y el respeto”. Hace 6 años. Y parece que el tiempo no ha pasado. Por eso, repito. ¿Qué cosa?
Es un ejemplo de mala educación, el ponerse a contestar mails o chatear en Whatsapp en el medio de una reunión. Ya sean 2 3 o 150 personas.
Nada justifica el dejar hablando sólo a alguien, que esta persona esté exponiendo o compartiendo u opinando, y que el otro esté mientras chequeando o leyendo algo en su celular. ¡Está mal!
Que sea común, que sea corriente, que lo hagan (y hagamos) muy seguido, no quiere decir que esté bien o que pueda convertirse en norma o costumbre. Debemos, desde nuestro lugar, “combatir” estas situaciones.
Porque es mentira, el multitasking. No podes escuchar o prestar atención a alguien que habla y al mismo tiempo leer el texto del celular. Una cosa o la otra. Las dos no. Hay que elegir, y debería ser privilegiar al que está presente.
¿Por qué entonces de nuevo esta nota repetitiva? ¿Si ya escribí algo antes similar? Porque desde esa nota hasta hoy, nada ha cambiado. Todo sigue igual. O tal vez peor. Ya ni siquiera existen las excusas o el “disculpa que es importante”. Al contrario. Ya esa mínima vergüenza se ha perdido.
¿Qué hacer? Reivindiquemos nuestro derecho a la atención mínima. Una pelea perdida, ya sé, pero ¡cuántas batallas hemos dado sabiéndonos perdedores! Quedarnos en silencio hasta que nos presten atención, usando el humor como factor disuasivo (“¿te escribe tu suegra?”) o usar consignas de convivencia (“¿Qué les parece si nos desconectamos del resto”?) . Y sobretodo, usemos el ejemplo, nuestro ejemplo. Seamos los primeros en cumplir estas normas de educación.
Creo que todavía se puede. Creo que podemos decidir que el Whatsapp puede esperar. Será ilusión, será optimismo o simple utopía. Ojalá que no me equivoque.