A veces leemos, que algunas personas exitosas hablan que “aprendieron del fracaso, del error”. Pero lo dicen, parados desde el triunfo, o sea, desde el NO error.
Porque convengamos, ¿qué tan fácil es aceptar un “error”? Es fácil, si luego viene una victoria, o un acierto, o un logro. Pero en el mismo momento del error… ¿se acepta tan fácil? Seguramente, NO.
Hace unas semanas, me EQUIVOQUE. COMETI un error. Un error comercial, un error típico, donde perdes un cliente, una cuenta, un negocio. Un error importante.
¿Cuál fue mi primera reacción? Fue la reacción de la negación, de que la culpa la tuvo otro, el OTRO siempre. La reacción de no reconocer. Es más, para afianzar esta situación, busque hablar con un colega, estratégicamente elegido, que me sacó la culpa, y me reforzó la convicción de que el error no fue mío, sino del otro.
Pero, en el transcurrir de los días, más en frío, me di cuenta, que así, no. Que si bien era fácil endilgarle a otro el error, era más sano, que podía aprender, si revisaba lo que pasó, para ver si tal vez… si me diera la chance … de entender …que tal vez, el equivocado fui yo.
No para quitarle culpa al otro (que también seguramente ayudó), pero para entender y aprender, QUE había hecho yo, MAL. Que no pasaba nada, si asumía el error; que hacerlo me podía llevar a aprender, y que de esta manera, que no volviera a pasar. Porque si aprendía del error, era la úncia forma de tratar… de que no vuelva a pasar.
Y el hacer este ejercicio, propio, espontáneo, me bajó un poco a tierra. Me volvió un poco vulnerable, más inseguro, pero más real. Me sacó de la postura “a la defensiva” y me permitió entender, que uno se puede permitir equivocarse. Porque el hacer, trae riesgos y que del error se puede aprender. Pero sólo si aceptamos el error, nuestro error. Y hacerlo AHORA; no mañana desde la cima de la gloria, sino HOY desde el barro, desde el lodo, desde la bronca, frustación y pena.
En definitiva, ante todo y otra vez, perdón por los errores cometidos, de los cuales espero aprender.