Si hay que nos dejó el año 2020 fue la necesidad de revisar las cosas. No porque fuéramos estratégicos, despiertos o visionarios… sino porque no nos quedó otra.
En esta revisión forzada por las circunstancias, las tendencias dejaron de serlo para convertirse en realidades. Los atisbos de cambio se convirtieron en necesidades urgentes. Los planes de transformación a mediano plazo se convirtieron en agendas operativas del día a día.
Pero sobretodo, nos obligó a pensar y repensar, movilizar y cuestionar cosas muy arraigadas. Negocios estables se cayeron a pedazos; profesionales consolidados tuvieron que empezar de nuevo. Todo tuvo revisión dramática.
No solo eso. Hasta la idea de proyectos de familia y la proyección de donde vivir y como, se han visto también en duda. Lo que pensábamos que iba a ser así para siempre, pasa a ser no tan así o directamente ser algo totalmente distinto. Lo que antes eran verdades sagradas escritas en piedra, ahora son promesas “sobre el bidet” como decía Charly García.
Lo interesante (y estresante) es que este recalculo parece que continúa en el 2021. Aprontémonos entonces para este nuevo viaje que se inicia, sin reglas claras, pero con un aprendizaje claro en la mochila: todo puede seguir cambiando, a prepararse.