Vivimos en el mundo de todo ya, todo rápido, todo inmediato (principalmente en zonas urbanas). La gente no quiere ni sabe esperar. Esperar es una mala palabra, es una pérdida de tiempo, es el precipitador de las peores ansiedades. Ya sea en un semáforo, en una cola de supermercado, en lo que falta para que se cargue una página web o en una guardia médica: en todos lados no hay espera que valga. Se quiere todo ya.
Las empresas (especialmente de servicios), toman nota y tratan de lidiar con tanto apuro. Surgen las respuestas ante tanta impaciencia y ansiedad. Por ejemplo el delivery: sino como se explica el pulular de bicis y motitos con colores llamativos llevando y trayendo comida y otras cosas de acá para allá en la ciudad. No importa si la comida llegó aplastada, fría o poco tierna. Llegó, rápido. El coloso del e-commerce Amazon ya promete entrega “en el día”; su archirrival Wal-Mart, con otro modelo de negocios, llega hasta las 48hs y se quiere matar.
Ahora bien, me pregunto, tanto apuro, ¿para qué? ¿Para qué ganamos tanto tiempo?
Esta bueno preguntarnos, tanto apuro, tanta ansiedad, a que nos lleva y porque. ¿Es para sacar segundos en momentos improductivos para usarlos en actividades más productivos? ¿Es así de lineal y racional? ¿O son los reflejos emocionales de estos tiempos?
Por lo pronto, la contrapartida más evidente de tanta celeridad y ganancia de tiempo, se ve en la cantidad de series que la gente ve on demand. Ya no es que se ve una serie; se escucha que se ven varias, al mismo tiempo (y hablamos de varias temporadas). Multiplique la cantidad de temporadas x la cantidad de capítulos x la cantidad de minutos, y sorpréndase por el resultado.
Un consejo: no se apure tanto. Vale la pena comer sano, rico y al punto adecuado; caminar un par de cuadras hace bien; a veces esperar en una cola te lleva a reflexionar y al surgir de nuevas ideas. Y como dije unos posteos atrás: los libros sí tal vez son la mejor manera de perder ese tiempo ganado.