Existe un juego (no tan juego) en la publicidad del gato y el ratón.
Por un lado, están las marcas, las agencias, los medios (tradicionales y digitales) que buscan atrapar al cliente para poder contarles lo que se ufanan y ver si los convencen de una buena vez…que el producto o servicio elegido es el mejor y vale la pena.
Por el otro lado, están los consumidores, que desesperados buscan huir de tal tormento: a través del zapping, del cable, de las propuestas on demand (tipo Netflix), o cualquier otro nuevo instrumento que permita ahorrar el sacificio o tortura de tener que ver y ceder tiempo y atención a la publicidad a cambio de contenido. La publicidad no tiene reparos ni límites, nos sigue para todos lados, incluso hasta el baño.
En esta carrera, los consumidores se entrenan, y las marcas también. Surgen nuevos formatos (ej. publicidad nativa, retargetting) que disfrazados de nuevas genuinas opciones de publicidad muy creativas, buscan lo mismo: atrapar al ratón que sigue queriendo huir.
El marketing móvil se presentó hace años como el lugar ideal para hacer publicidad personalizada, dado que son los consumidores quienes han elegido al celular como la primera pantalla para su atención casi constante. ¿Pero que ha pasado hasta ahora? Poco y nada, porque si el gancho es volver a interrumpir y asediar, el celular es ideal para fastidiar y es donde los consumidores te dicen no.
¿Entonces, que le queda a la publicidad? Volver a las fuentes: no es el asedio el medio. No olvidarse que la publicidad tiene que seguir teniendo como valor el presentar algo interesante para el segmento que apunta, “conectando” desde la funcionalidad o desde la emocionalidad.
Como cierre, y para no pensar que TODO está perdido, les comparto una publicidad que INVITA a verla toda y que los sorprenderá seguramente, de manera de permitirnos seguir creyendo en que existe mucho por conectar aún.