Mario Pergolini siempre fue un ícono de rebeldía, disrupción, comportamientos incorrectos y posturas incómodas para mucha gente. Amado y odiado por partes iguales, en su extenso haber mediático (en épocas donde la TV era todo) hizo de su persona una celebridad muy controversial. Con ejemplos concretos de comportamientos olvidables que dejaron en gente concreta sinsabores, malos recuerdos y sobre todo el estigma y cartel de una persona no del todo buena.
Años después, ya con más de 60 años a cuestas, vuelve a su primer amor en un formato no tan moderno pero con un estilo sí distinto. Sin perder la sagacidad, la espontaneidad y el humor muy ácido, este nuevo Mario Pergolini se presenta como un alter ego de aquel rebelde sin causa.
No es el mismo.
El mismo lo dice: “cambié, no soy aquel. Ahora soy bueno.”
Tanto es así que lo visitan en su programa personas que antes ni siquiera querían compartir un espacio con él (aunque sea grande). Se han generado reconciliaciones en vivo, recuperación de relaciones antes pensadas como imposibles, disculpas sinceras (a veces mutuas, otras no) y viejos rencores que no se olvidan, pero parecen esconderse.
¿Qué tiene esto que ver con los negocios?
Lo primero: es una nueva apuesta a que la gente si “puede” cambiar. Seguramente no como resultado de feedbacks feroces , planes de incentivos recontramotivadores, o coachings implacables. Si, seguramente más relacionado con ejercicios de introspección y superación individuales (no impuestos)
Lo segundo: parece ser que, aun en el peor de los escenarios y ante las peores circunstancias, hay espacio para la redención y las segundas apuestas. Sin llegar a extremos insalvables, si hay talento, y sobretodo potencial futuro positivo, todo se puede rever, todo se puede repensar, y seguramente, volver a apostar.
Algo así como que la TV puede atacar (sin malicia), haciéndolo por mí, y no por lo demás.
