Situación: Se plantea un posible negocio, una oportunidad, algo distinto, distintivo, realmente novedoso. Pero como todo, nunca nada es gratis, requiere evaluación, entender bien de que se trata, inversión, impacto, alcance, y riesgos.
Estas decisiones no son para todos. Hay gerentes más cautos, o más conservadores, mientras que hay otros que son más osados, arriesgados o que les tiembla menos el pulso. Digo “menos” porque es difícil que ante estas situaciones, no entres en dudas, temores, o consultas: es natural, es algo normal “temblar”. Pero más allá de esta situación, el temblar no quiere decir no avanzar: para eso se requiere vencer el miedo.
Dicho esto, y volviendo a la situación anterior, de pronto nos encontramos con el gerente en cuestión, negando el querer participar. Parte falta de visión, pero también falta de coraje, para avanzar, la postura conservadora invade al ser mandante, mandando a la papelera todo el proyecto. Con argumentos super válidos, porque ante todo proyecto de riesgo, bien presentados los argumentos en contra son siempre fulminantes.
Ahora bien, llevado a una instancia superior, el nuevo gerente consultado, con una visión distinta o más amplia, da ok a seguir en el proyecto, con el análisis y la viabilidad. Hasta ahí, una dinámica que puede ser más o menos habitual.
Pero, la sorpresa es: ¿cuál es la postura del gerente de origen? ¿Aquel que negaba su viabilidad con énfasis? Imaginen, el panquequeo del título: “ningún” argumento en contra, siempre estuve a favor: adelante.
¿Nunca se cruzaron con panqueques en vivo? ¿Es tan común? ¿Dónde están los principios rectores? No está mal cambiar de parecer. De hecho, es de gerente maduro dejarse convencer por otra persona (aún de rango inferior) y admitir la mutación de parecer. Hasta que diría, es sano.
Lo que es difícil de aceptar, es que el cambio sea mostrado como un no cambio, como que siempre hubo una forma de opinar, y no otra en contrario. Si se cambia de opinión, admitirlo, pero NO disfrazarlo. El panquequeando se nota, se nota mucha. Es siempre mejor decir un sincero “opinaba distinto” a un falso “es lo que yo decía”.