Hace unos meses me tocó vivir una situación ambivalente.
Venía de un día muy intenso, como se dice “cargado” y con alguna sensación amarga: había estado participando en unas discusiones internas en una empresa, y había visto algunas situaciones (típicas) pero que no me agradaron. Situaciones de egoísmo, de gente con algunos comportamientos mezquinos, que en lugar de construir presentaban quejas, reclamos, digamos mala onda. Me fui sin quererlo, impregnado de esa energía negativa.
Con ese humor, fui espectador de la Bienal ALPI. Es un evento que organiza ALPI desde hace años, premiando 10 casos de gente con discapacidad motora que ha sabido superar problemas en su vida y se erigen como ejemplos para la sociedad. Los premiados son presentados por alguna institución, y un jurado se encarga de revisar los casos y elegir los más significativos.
Fue entrar en el evento, y ya al ver el primer video testimonial (el de Constanza) fue que me cambió el humor totalmente.
Difícil no emocionarse, ¿no?. Fue cambiar frustación, por emoción pura. Me decía a mi mismo: ¿como puede ser, que los empleados de aquella empresa, se quejaran por todo? ¿Y estos casos, de gente que realmente tenían motivos para quejarse y hacerse las víctimas, le pusieran ese espíritu a la vida? Les comparto algunos de los otros casos premiados.
SI quieren ver el resto, pueden entrar acá. Les sugiero ver el video resumen, con la canción “Hacer un Puente”, del grupo La Franela, que le cae genial a la movida y cedieron sus derechos para su uso.
En un día de contrastes, poder ver estos casos y luego poder compartir algunas palabras con ellos, me permitió por un lado recuperar el humor perdido, descubrir con admiración que se puede aún con las mayores limitaciones, y sobretodo orgullo por poder participar de un proyecto tan sano como es el de ALPI.