Si llegas a espacios de poder, de autoridad, de liderazgo; si sos gerente importante y tenés gente a cargo, sos responsable de éxitos de negocios y eso conlleva obtener beneficios importantes como cochera, auto, viajes en primera, buenos bonus y demás beneficios. Y si a eso le sumas que sos inteligente, práctico, carismático y con buena llegada en la gente.
Te pido un favor: no te la creas.
Todo a lo que llegaste está muy bien y te lo tenés merecido, felicitaciones. Esta realidad es increíble y bien ganada.
Pero no te la creas.
Porque si hay algo más importante que todo lo antes escrito, es el valor de la humildad y la escucha. Que en todo lo que te pasó tiene mucho que ver tu talento, pero también estar en el lugar indicado en el momento exacto, pero para eso tiene que ver mucho la suerte. Que la suerte va y viene, y puede no abandonarte, pero si beneficiar mejor a otros.
Que cuando tenes poder, la gente te empieza a tratar distinto, y eso no lo notas (porque requiere una madurez extraordinaria). Que la gente no te desafía más, al contrario te adula. Las relaciones anteriores mutan a relaciones más distantes y de mayor interés. Te convertís en casi perfecto y te podes creer lo que queres creer que sos. Pero también muchas veces todo esto pasa y pasa rápido, y volver al llano puede ser traumático.
Una vez un head hunter me “sinceró” que recibía en forma recurrente a gerentes que habían tenido su momento de gloria y lo habían perdido, y que estaban desesperados por volver a esa situación que tal vez no volverá nunca: “se habían pensado que era para siempre”, me confesó.
No te la creas. Encima, se nota.