El otro día me llegó un mail, de esos que no me gusta recibir. Esos mails que invitan a la discusión, que son tendenciosos, que invitan a la réplica inmediata, que en el barrio dirían “invitan a pelear”.
En lugar de contestarlo inmediatamente (en realidad, lo había escrito, y estaba a punto de apretar SEND), lo dejé descansar, reposar.
Cómo decía esa famosa publicidad “Me tomo 5 minutos ..:”
En esto caso, me tomé un poco más de tiempo, lo dejé descansar 12 horas. Lo guardé como borrador, a la tarde, para volverlo a ver al otro día.
Al otro día, lo abrí, pero mis ojos eran distintos. Había pasado el tiempo, que permitió bajar los calores y que surgiera la sabiduría. Empecé a rescribirlo, a cambiar letras o adjetivos, para que terminara pasando a ser un mail totalmente distinto. Descarté el anterior y escribí uno totalmente nuevo.
Este nuevo mail, tenía un tono superador. Donde antes había escrito a la defensiva, en este mostraba firmeza. Donde antes había mostrado enojo, acá mostraba humor. Y donde antes prolongaba la pelea, en este invitaba a una cierta paz. Y todo aquello que me invitaba a provocar, era desarmado sin ofensa y con altura, y casi sin secuelas. Con una lección aprendida: por qué no hago esto más seguido.