Me encontré diciendo que todos son unos idiotas

No, no entiende nada de nada”, dije con firmeza y seguridad al hablar de X.

Un rato después, una expresión similar para hablar de Y. “Y es un miope y no tiene inteligencia emocional”.

Pero la cosa siguió: “el puesto le queda chico a XX: es un milagro que esté ahí”.

Y más. “Ni hablar de YY, otro imbécil”.

Y así podía seguir la lista. En un día ya había despachado a 5, sin inmutarme.

“¿Así que entonces, todos los que me rodean son unos idiotas?” Así fue como me di cuenta, sin repetir y sin soplar, que el único real IDIOTA, era yo.

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Diego Regueiro

Director Ejecutivo
www.marketingyestrategia.com


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