Se habla mucho que las fórmulas probadas antaño en el marketing, hoy comienzan a ser poco útiles o no suficientes. Es que hoy por hoy, con comprar espacios en los medios o realizar inversiones en comunicación NO basta para que nuestros consumidores nos escuchen o compren.
Es que, ante la cantidad de opciones e información reinante, el consumidor vive abrumado con ofertas y referencias. De esta forma, el gran desafío de las empresas es lograr “captar” la atención de sus consumidores. Atención es un bien escaso. Lograr que ante la innumerable cantidad de opciones reinantes, el consumidor pose sus ojos ante nuestras propuestas suena a milagroso.
Captar la atención es un ejercicio complejo. Requiere ante todo, ponerse EN SERIO en el lugar del consumidor, y hacerse una pregunta ácida: “Si yo fuera un cliente, ¿le prestaría atención a lo que me están comunicando?”. Si la respuesta es un vago “tal vez”, estamos en problemas.
Ante esta escasez de atención, surge la creatividad como una potencial llave salvadora. La creatividad se erige como un recurso válido para lograr que los consumidores nos presten atención. Es el trabajo del creativo el que logra sacar al consumidor de su estado “alfa” y que nos preste un rato de su carísimo tiempo.
Fácil de decir, pero no tanto de lograr. Todas las agencias de publicidad del mundo “venden” esta creatividad, pero no todos lo logran. NO, porque no lo intenten, sino porque no es nada fácil. Recuerden: la compra de un espacio de un medio no te asegura atención, el contenido y su creatividad es la llave.
La creatividad bien entendida, puede o no ser cara. Y si no, vean este ejemplo que muy bien lo ejemplifica.