Esta nota es diferente a las que estoy acostumbrado a escribir en este blog. El motivo es el sentimiento encontrado que tengo sobre los beneficios asociados al desarrollo de la tecnología de las comunicaciones versus el respeto que muchas veces se termina faltando cuando se la usa.
El estar “conectado” permanentemente, lo que es una ventaja y una realidad, tiene un límite que no debería atravesarse, que es el respeto hacia el otro. ¿Cuándo lo veo?
Les comparto algunos ejemplos. Uno, un clásico, un celular sonando en un cine o en una obra de teatro, y lo peor, que se responda!. Otro ejemplo, más común, el estar en una reunión o en una charla de café, y que, porque el teléfono suena “da derecho” a interrumpir la conversación, para contestar. Dentro de este ejemplo, hay otro más “sutil”, pero igual de irrespetuoso, cuando también en una reunión, uno de los participantes se desentiende de la reunión y lee o contesta mails desde su Blackberry como si nada. El último ejemplo, es cuando doy clases, me ha pasado muchas veces el estar dictando una, y que un alumno decida atender el teléfono y sin descaro atender. O que se la pasen contestando mensajes de texto o mails, sin culpa.
¿Que une a todos los ejemplos? El respeto, o en realidad, la falta de respeto. Propongo entonces priorizar el respeto sobre cualquier tecnología. Si estoy en una reunión, apagar el celular y no contestar mails. Si me siento a tomar un café con un amigo, y suena el teléfono, no contestar o si lo hacemos, SIEMPRE pedirle permiso a la otra persona para atender. Y en las clases, cines, teatros,etc., apagarlo SIEMPRE.
¿Es mucho pedir? Bienvenida la tecnología, siempre que sea respetuosa y priorice las buenas costumbres.