Si hay grieta en todos los órdenes de la vida, ¿por qué no lo va a haber en el marketing?
En un lado tenemos los partidarios del Performance Marketing. Son aquellos que pregonan su verdad sobre la importancia fundamental de contar con métricas y medida de todo. El enfoque es matemáticamente claro. Todo lo que se hace es y tiene que ser medible, y se define su efectividad sobre los resultados concretos numéricos. Si no es medible, no se deber realizar. Si no cumple con mínimas métricas de “performance”, debe ser revaluado, optimizado y de última descartado.
En el otro rincón encontramos los partidarios del Brand Marketing. Pregonan una mirada menos estrictica desde el punto de vista numérico. El marketing es una construcción de largo plazo, donde las acciones van sumando su aporte simbólico y perceptual, siendo lo emocional el lugar donde trabajar. Se invierte en marca y percepción, sin que siempre haya una devolución en resultados inmediata, y está bien que así sea.
El director o gerente de marketing, cual árbitro en el medio del ring, tiene que mediar entre ambas posturas que presionan con ímpetu en sus posiciones. Donde al final de cuentas el desafío a resolver está en la asignación de recursos. La búsqueda del balance es siempre la sabia respuesta (“no toda la inversión debe ser medible, inversión sin medición es actuar a ciegas”), pero que deja seguramente descontentos a ambas partes. ¿Habrá una postura ganadora? Como toda grieta, es difícil que una posición gane sobre la otra. La respuesta pasa (como pasa en otros órdenes de la vida) por la sana convivencia y el acuerdo de posiciones, pontificando las fortalezas de ambas y no las diferencias y debilidades.