Es difícil No sentirse angustiado si uno trabaja en marketing. Uno vive angustiado, como norma. Es casi natural vivir con angustia en esta profesión.
Pero, … ¿Qué genera angustia en el marketing? Marketing convive con todos factores angustiantes: en nuestro campo, incertidumbre, verdades que fueron verdades pero ahora no son, certezas que se diluyen en el tiempo, pruebas que no son pruebas sino que se convierten en ejercicios definitivos “sin red”; del otro lado, un consumidor/cliente esquivo, poco fiel, impredecible e injusto; arriba nuestro, jefes que pretenden más con menos, que exigen más pero comprometen menos; y para cerrar el círculo angustiante, competidores implacables (regidos también por la misma angustia) que se expresan crudamente, se muestran agresivos e implacables en el mercado y que desnudan sin querer nuestra flaquezas, puntos débiles e inseguridades. Y de nuestra mano, gente o todo un equipo que nos acompaña a veces incondicional y otras condicionalmente, midiendo hasta donde seguirnos sin chistar, y otras acompañando trémulamente midiendo cada paso en su apoyo condicionado.
¿Cómo sobrevivir y convivir con la angustia? Un camino no cierto es esperar que todo pase, que es momentáneo y que vendrán tiempos mejores: error, lo que se describe llegó para quedarse (aumentando sus impactos). Tampoco pasa por la negación, porque es difícil tapar al sol con la mano.
Un psicólogo de los tradicionales diría que en la palabra hay un camino: el expresar las cosas, compartirlas y vivirlas con otros, es un movimiento hacia la no angustia. Poner las cosas en blanco y negro, hacer buenos diagnósticos, compartirlos sinceramente con los que están en la misma y convertir equipos unidos en la situación es siempre liberalizador.
Otro camino nos lo diría un psicólogo conductista: hacé algo! Es decir, el marketing siempre requiere accionar, y haciendo (saliendo de la parálisis) puede ser una forma de enfrentar miedos y angustias.
En definitiva, la angustia del marketing, mal creciente y de convivencia diaria, requiere de su propia terapia: no para sanarse, sino para aprender a sobrellevarla, sabiendo que a veces solos no podemos.