Está de moda, se habla de eso. Se dice que los fracasos enseñan, que los fracasos te hacen crecer. Casi, que es la única forma de aprender. Que el pasar por un fracaso, es casi una forma de entender los éxitos posteriores.
Pongamos el tema en realidad, y hablemos en serio sobre el tema.
¿Existen los fracasos? Sí, claro. Pero, la primera observación, es que un fracaso en sí, en primera instancia, la única señal que nos comparte es mala praxis o mala suerte. O le erramos fiero en algo, o pasó algo (fuera de nuestro radar, imprevisto, casi un cisne negro) que nos hizo fracasar. Porque estamos hablando de negocios, ¿verdad?
Pero no solo eso, porque los fracasos tienen consecuencias: un negocio que no funciona, son capitales que se esfuman, personas que quedan sin trabajo, incumplimientos y hasta problemas legales (y que pueden ser también penales). Recuerdo una película antigua de Al Pacino, donde el protagonista había salido recientemente de la cárcel…por haber librado cheques sin fondos.
Al fracaso no hay que ponderarlo, hay que evitarlo. Que no quiere decir que no hay que asumir riesgos. Los negocios tienen siempre una cuota de riesgo, que puede ser mayor o peor, y generalmente se puede hasta calcular de entrada. Porque si decimos que fracasamos en un negocio que se presentó de entrada como riesgoso, es parte del cálculo inicial, y puede no gustar pero no sorprender. Ya se sabía que podía…resultar mal.
También es cierto, que los fracasos nos enseñan, todo conocimiento es bienvenido, pero … ¿a qué precio? Hace muchos años conocí a una persona que perdió mucho dinero en una operación. Le pregunté, buscándole la vuelta “autoayuda” a la cosa…”’¿qué aprendiste de lo que pasó”? “Nada, me dijo, que fui un bolu….” Tardó 10 años en recuperarse y le costó demasiado el error. Demasiado costo para justificar un aprendizaje.
Ojo entonces con disfrazar con mensajes la verdad de los fracasos. Fracasar no puede ser algo bienvenido sino que debe hacerse todo lo posible para evitarlo. Que el fracaso finalmente suceda, siempre es una peor opción, a que no pase el fracaso. Y aún si pasa el fracaso, está bien aprender de él, pero ojo con idolatrarlo: nada es más dulce y bienvenido, que un lindo NO fracaso.