El otro día me crucé (buscando información vieja) con una frase que me escribió hace muchos mi terapeuta, ante el planteo que le hice ante una situación puntual laboral. La transcribo casi textual:
“Dicho en términos groseros, te tiene que …. la imagen que los demás te devuelven.
Vos no estás en esta vida para dar imagen de nada. Tu deseo es el que se tiene que hacer realidad, no el de los demás. Que los demás se arreglen con el suyo.”
La pregunta que me surge es: ¿Cuánto de esto es efectivamente cierto en las empresas? O dicho de otra manera: ¿hay espacio y lugar en el mundo corporativo para que NO importe lo que opinen los demás?
En mi historia laboral, siempre me cayeron bien las personas con personalidad que hacían lo que les parecía: sin caer en la soberbia, aquellos perfiles que priorizaban el estar bien ellos, sin medirse tanto o sin tener en cuenta tanto, la mirada tan presente del resto.
Seguramente hay algo que tiene que revisar la gente de RRHH: dejar de plantear que en las empresas exista una mirada única de las cosas, impuesta de arriba hacia abajo: un escenario donde la mirada del superior define a las de abajo. Eso, que a veces quieren llamar cultura.
Hoy, cuando se hablan de estructuras más chatas, no se habla solo de menos líneas puntuadas o menos niveles jerárquicos, sino una mirada más contemplativa del otro, donde el otro es distinto a mí, y eso cuenta e importa, y no la imposición. En ese pensar, son los jóvenes quienes tironean para ese rumbo, para la sorpresa y asombro de las generaciones más antiguas, más acostumbradas a la adaptación y a mimetizarse.
En definitiva, el espejo del otro parece que deja de ser una mirada correctiva para ser una referencia, que antes era definitiva y angustiante, para ser hoy solo una mirada más, para nada única. Enhorabuena.