En la vida tomamos decisiones todos los días, algunas más o menos trascendentes, pero decisiones al fin. En ellas, en muchas tenemos mucha información, en otras no tanto, en algunas arriesgamos, en otras tenemos muchas certezas, en otras no.
Algunas terminan bien – otras a veces terminan mal. El resultado final, puede ser más o menos fortuito, puede ser exactamente como se planeaba, en algunos casos se desvía de lo previsto.
Ahora bien, ¿qué hacer, cuando lo previsto… lo planeado… no sé da como pensábamos?
En los negocios muchas veces, nos “atamos” a ciertas decisiones, a pesar de no ser favorables. Por ego, obstinación, falta de humildad, o empecinamiento, seguimos insistiendo con algún formato, invirtiendo en una opción que ya se presenta como desfavorable, con la intención que se revierta la situación. Esta situación se plantea desde con un negocio nuevo, con un canal o hasta con un recurso humano contratado.
En Contabilidad, hay un término que define bien este tema: se llama costo hundido, costo incurrido, costo que no tiene vuelta atrás, que ya está “costeado”. Y hay otra que también muestra bien esta situación, una forma más informal de expresarlo: “mandalo a pérdida”. Pero tal vez hay una mejor que la usan los traders: “cut the losses”.
Cuando el presente nos muestra que la decisión no fue la mejor, no vale la pena seguir insistiendo. El empecinamiento nos puede llevar a mayores problemas. Es momento de “mandar a pérdida”, decir ya está, cortemos por lo sano, lo invertido es “costo hundido”. Esta situación requiere enfrentarnos con nuestras propias miserias, un ejercicio de madurez fuerte, y enfrentarnos sin vergüenza al “me equivoqué” o “nos equivocamos”. Costo hundido gerencial, un capítulo del libro del management, que a muchos les falta todavía aprender.