Con el diario del lunes es muy fácil juzgar y entender como son las cosas hoy, y si se resolvieron bien o no en el pasado. El lunes da una claridad tremenda: es cómplice con la victoria pero es implacable con la derrota.
Es que cuando las cosas se ven en retrospectiva, se entiende todo mejor y fluyen mejor los relatos. Se puede construir una historia con fundamentos muy sólidos. Los porque si y los porque no, suenan muy naturales, claros y realmente convincentes.
El diario del lunes resalta la sabiduría en los casos de éxito. Pero también desnuda los apuros, resalta las inconsistencias, marca las premuras y expone las deficiencias en los casos de fracaso.
Pero por sobretodo, muestra todo con una previsibilidad casi inocente y a prueba de errores.
Pero…
El mundo de los negocios se maneja más en torno a los diarios del viernes, que a los del diario del lunes. Nada es evidente y lógico, racional o simple, ANTES. En el recorrido de las decisiones, se abren constantemente caminos que nos llevan a lugares distintos con las mismas probabilidades de certeza. Aún los caminos digamos fáciles, esconden en la decisión, pormenores no vistos o demasiado ocultos. Los diarios del viernes están llenos de preguntas, con pocas respuestas: conllevan todas las preguntas que seguramente se contestarán el lunes, pero ya tarde.
Por lo tanto, dejemos la tendencia de ver todo con diario de lunes: sirven, si, pero poco. Lo importante es el diario del viernes; cómo manejarnos con la incertidumbre real. Aprendamos a vivir con la templanza, con el coraje, pero también con la sabiduría que requiere trabajar sin respuestas claras y evidentes: admitiendo y aceptando que el lunes puede ser distinto al viernes, y bancarse ese desenlace. Es que ahí es donde está la clave de todo.