Comunicación

Adolescencia y su mensaje gerencial

Es una sensación, todo el mundo habla de ella y la verdad que vale la pena. Me estoy refiriendo a la serie Adolescensia. 

Me gustaría destacar la última escena de la película, donde el padre muy triste se acerca al cuarto que era del hijo que hoy está en la cárcel (y seguramente para siempre) y le dice entre lágrimas a un pequeño peluche que encuentra en su cama (simulando que le habla a su hijo): “Debería haberlo hecho mejor”

Inmediatamente me surge la analogía con el mundo de los negocios y las empresas. Sobre todo con aquellas situaciones donde se cometen errores (horrores), groseros que terminan saliendo muy caro o ponen en peligro a la propia supervivencia de los negocios.  Como en la serie…”¿Qué se podría haber hecho?

Hace poco me enteré de un tremendo fracaso de un emprendimiento. Voló por el aire, dando pérdidas, dejando un tendal.  De ese emprendimiento me tocó en su momento hacer un análisis (inicial), y salí corriendo: estaba a la vista su destino futuro (negativo). Levanté la mano para comentarlo, para prevenirlo. No hubo audiencia para mi opinión, no eran bienvenidas las prevenciones o reparos. Era un go a ciegas. Así terminó.

Me pasa más que seguido que como asesor (externo), hay muchas cosas que están a simple vista, no escondidas o enmarañadas, pero que igual no se quieren ver. Las señales, los símbolos, las evidencias, los datos, están ahí. No hace falta un detective (o un asesor) para darse cuenta. Es solo tener vocación de buscar, de encontrar y de comprender. Pero sobre todo aceptar.   Pero eso no ocurre.

Ojo, que sino lo hacemos … puede ser tarde. Como en la serie.

Ernesto Sábato y el gato

Hace poco tenía dudas sobre mandar un mail o no. Intuía que del otro lado había una resistencia o posible enojo disfrazado que llevara a una mala respuesta, a una reacción y por ende a un problema en cernes. Tomé coraje, y lo mandé. Al toque me contestaron “si, ok, por supuesto”. Al otro día tenía todo resuelto. Nada malo pasó.

Me había hecho la película (peliculón). ¿Cuántas veces me y nos pasa, que creemos un montón de cosas (generalmente negativas), de por ejemplo gente que creemos tienen una animosidad o algo personal contra nosotros … y nada que ver?

Hace años leí uno de esos libros que te conmueven, te angustian. Se trata de “El túnel”, de Ernesto Sábato. Sin querer spoilear el contenido (vale la pena) el libro trata la historia de Juan Pablo Castel, quien se enamora de María Iribarne (ella casada), con quien empieza una relación.  A pesar de que ella se muestra también enamorada y le declara su amor, el no puede dejar de pensar que no es así, desconfía de ella todo el tiempo, se imagina escenas y cosas que no pasaron y no pasarán, y llega a tal extremo que a pesar de la felicidad presente, se siente torturado y sufre tanto que decide que lo mejor es matarla.

Hay un viejo chiste de alguien que pinchó un neumático en una ruta desolada y se encuentra que no tiene el gato en el auto para usar la rueda de auxilio; ve una humilde casa a lo lejos y mientras camina va pensando como pedirle ayuda sin que le moleste. En ese rumiante diálogo consigo mismo, se imagina lo peor, y cuando la persona le abre la puerta, decide mandarle al cuarto infierno (sin esperar a que le digan nada).

Llevado esto al día a día de la gestión gerencial, es muy común que nos hagamos películas innecesarias. Si bien gestionar es tratar con incertidumbres y pensar escenarios futuros (aun los más negativos…) seguramente hay un límite entre previsión y la “persecuta”.

 Como dice una frase que me llegó en Instagram.  “Cuando esperamos lo peor, lo proyectamos en el futuro pero la pasamos mal en el presente; es así entonces que una parte de lo peor ya ocurrió”.

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