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La peor entrevista laboral de mi vida

Me pasó hace mucho tiempo atrás. Era la época en que los avisos de empleos se publicaban en el diario.  Me topé con una oportunidad de trabajo en el lugar de mis sueños. Escribí sin dudar y y me llamaron enseguida (no lo podía creer).

La entrevista consistió en un examen muy difícil de matemática y logíca. A pesar de no ir preparado, me fui muy bien. Tanto, que me llamaron al otro día: me querían conocer.

Cuando me dijeron con quien era la entrevista, pensé que se alineaban todos los planetas: era el hermano de un amigo a quien conocía del club. Todo se daba cual cartas de tarot.

Fui a la entrevista tranquilo y con mucha esperanza. Casi al cierre de una entrevista que iba por carriles comunes y de buen presagio,  el entrevistador (el hermano de mi amigo) me preguntó al pasar: “decime una debilidad tuya que me puedas compartir”. Casi inocentemente, le dije sin dudar“a veces soy inseguro”.

Inmediatamente noté en su rostro cierta desazón y una clara sensación de que “hasta acá llegamos”. La había “fregado” (me diría un mexicano). Así fue: no tuve más novedades. La oportunidad se había ido, rápido como vino.

Obviamente me cuestioné: “¿Cómo le voy a decir eso?”. Era un sincericidio…  mostrarme tan normal. ¿O acaso, ser inseguros, no es parte de la condición humana?

Ahí entendí que el proceso de entrevistas no es un espacio para mostrarse como sos o quien sos, sino para actuar siguiendo el manual o libreto del “candidato perfecto”. Escondiendo al máximo y en lo posible, cualquier atisbo de debilidad o característica fuera de norma.  Solo si te preguntan se pueden mostrar debilidades  “maquilladas”, que se convierten mágicamente en fortalezas .

En definitiva, el proceso termina siendo un mero sainete donde se esconden las cartas y gana el mejor postor (o impostor).  Lo importante es poder sortearlo. El verdadero conocimiento de las personas y la cruda realidad de saber a quién sumamos al equipo …. todo eso viene después.

Adolescencia y su mensaje gerencial

Es una sensación, todo el mundo habla de ella y la verdad que vale la pena. Me estoy refiriendo a la serie Adolescensia. 

Me gustaría destacar la última escena de la película, donde el padre muy triste se acerca al cuarto que era del hijo que hoy está en la cárcel (y seguramente para siempre) y le dice entre lágrimas a un pequeño peluche que encuentra en su cama (simulando que le habla a su hijo): “Debería haberlo hecho mejor”

Inmediatamente me surge la analogía con el mundo de los negocios y las empresas. Sobre todo con aquellas situaciones donde se cometen errores (horrores), groseros que terminan saliendo muy caro o ponen en peligro a la propia supervivencia de los negocios.  Como en la serie…”¿Qué se podría haber hecho?

Hace poco me enteré de un tremendo fracaso de un emprendimiento. Voló por el aire, dando pérdidas, dejando un tendal.  De ese emprendimiento me tocó en su momento hacer un análisis (inicial), y salí corriendo: estaba a la vista su destino futuro (negativo). Levanté la mano para comentarlo, para prevenirlo. No hubo audiencia para mi opinión, no eran bienvenidas las prevenciones o reparos. Era un go a ciegas. Así terminó.

Me pasa más que seguido que como asesor (externo), hay muchas cosas que están a simple vista, no escondidas o enmarañadas, pero que igual no se quieren ver. Las señales, los símbolos, las evidencias, los datos, están ahí. No hace falta un detective (o un asesor) para darse cuenta. Es solo tener vocación de buscar, de encontrar y de comprender. Pero sobre todo aceptar.   Pero eso no ocurre.

Ojo, que sino lo hacemos … puede ser tarde. Como en la serie.

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