Hace poco vimos y sufrimos como un último error, puede decidir un ganador o un perdedor de todo un proceso: me refiero a la Copa América y su fatídica definición por penales. A eso sobreviene la crítica despiadada, y el mote de “fracaso”.
Ahora bien, ¿y en el mundo corporativo? ¿Cuál es la tolerancia al fracaso? ¿Cuánto se acepta? ¿Cuánto se permite? ¿Cuánto se admite, y cuanto se privilegia y se fomenta?
Creo que en este paso de “sincerar” cosas, hay que clasificar primero y mejor, que entendemos por fracaso. Porque no todos los fracasos son iguales.
Está el fracaso llamémoslo “heroico”. El que viene de la mano del empuje, de la búsqueda de oportunidades, del “hacer”. Es el fracaso porque se toman riesgos, el que sale del confort para caminar por senderos menos ciertos.
Y está el fracaso por el error doméstico. El de la impericia. El error que viene del descuido, de la no planificación o del azar.
Ambos fracasos son distintos, pero tienen en común el resultado negativo. El no haber logrado lo que se pretendía, el haber fallado, el no alcanzar objetivos. Ambos también tienen aprendizajes, a veces, pero a veces no; muchas veces, no nos dejan mucho.
Dicho esto, y conociendo la clasificación, ¿cómo funciona el mundo corporativo? ¿Cómo tolera ambos fracasos?
Una primera lectura sería decir que se tiende a castigar más el segundo, el fracaso resultante de un error humano que proviene por ejemplo del descuido, y tolerar más el primero, que viene de un riesgo real, pero más cuidado y “avisado”.
Pero en mi visión, ambos fracasos son…fracasos. Y que en el mundo corporativo la tolerancia es poca, y muy injusta, para ambos casos. Pero aun tolerando, es poco lo que se reflexiona como positivo cuando pasa. Tal vez son ejercicios mentales posteriores, pero poco en “real time”.
En definitiva, estamos entonces ante una situación bastante hipócrita. Se dice darle bienvenida al riesgo, pero no al fracaso si sucede. Y más cuando el mismo sucede por factores claramente humanos. Aún a pesar que se pondere el estimularlo. El fracaso nunca se le da bienvenida, solo se sufre.