El fin de semana estuve con mi familia en un evento que se realizó al aire libre, llamado Burger Fest, donde distintos food trucks ofrecían sus productos (básicamente hamburguesas). En un lugar histórico (el hipódromo de Palermo), mucha gente pero un lindo evento.
Ahora bien, cuando uno entra a tal evento, y viendo la cantidad de opciones para elegir (y todos a precios más o menos similares – el factor precio no sirve para decidir)… ¿qué hacer?
Empezamos a recorrer y mirar, algunos eran o nos parecían conocidos, otros no, y todos tenían pizarras ofreciendo sus menúes. Hasta que nos topamos con el foodtruck de “El Rodazo”.
¿Por qué nos llamó la atención? Porque era el que tenía la más larga cola de espera. Y cuando digo larga, me refiero a realmente más larga que los otros: estamos hablando de 10 personas, cuando en el resto (a esa hora, era temprano) había 1 ó 2 personas, o en algunos…ninguna.
Nos vimos tentados por esa situación, y al acercarnos, el food truck tenía un cartel que decía “mejor hamburguesa del Burger Fest 2016″.
¿Qué hicimos? Nos pusimos en la cola a esperar. Tardó, es cierto, pero valió la pena. Eran riquísimas. Felicitaciones a El Rodazo. .
Esta experiencia refuerza una verdad a gritos: la importancia de las señales. En el mundo de ofertas, que nos rodea, el consumidor se agarra cual balsa en el océano a ciertas señales, indicios, que le indiquen…por dónde ir. Y el mejor testimonio es la voz (y acción) de los otros consumidores. En este caso puntual, la “cola más larga”, que podría ser un factor negativo, en este caso era un claro indicio de que se trataba de algo que valía la pena.
Que lo fuera o no excelente el producto, cómo pasó después, pasa luego a ser anecdótico: la compra ya había sido hecha.
En definitiva, no sólo hay que ser sino parecer. Demostremos (con señales, con la aprobación del público, con su manifestación explícita de aprobación) que somos buenos…. y ellos vendrán.