Cuando tenía 14, 15 años, en mi casa compraron una colección de libros de administración y negocios. Era una colección española, y gracias a ella y tal vez a edad temprana, conocí a autores como Taylor, Fayol, Drucker y también a David Ogilvy y su “Confesiones de un publicitario”. Entre tantos libros, estaba “El principio de Peter”, escrito por Laurence Peter y Raymond Hull.
¿Por qué me acordé de ese libro? Porque en los últimos meses, me encontré con algunas situaciones donde se cumplió el principio de Peter.
¿Qué dice este principio? “En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”.
A pesar de ser un libro de casi 50 años, su vigencia es evidente. Es común encontrarse estas situaciones, donde uno puede ver hasta donde la gente se siente cómoda y donde empieza a mostrar debilidades y flaquezas en el puesto jerárquico que ocupa. “No todos podemos ser caciques, pero todos queremos serlo”, decía un ex compañero de trabajo hace muchos años, no tan famoso pero si tremendamente cierto.
¿Qué nos deja este principio? A “nivel” jefe de personas, estar muy atentos a los síntomas que nos puedan prevenir de que alguien esté cerca de su límite: es muy frustrante para ambas partes, ascender a alguien que no está capacitado para la tarea. Se lo puede contener, capacitar, dar tiempo, tener paciencia, tolerar sus errores etc…pero a la larga puede terminar confirmándose que fue una mala decisión. A nivel personal, ser plenos conscientes de hasta dónde podemos llegar. Es tal vez este punto el más difícil, porque podemos tender a sobrestimar nuestras capacidades y subestimar los riesgos. Bajo el estigma “yo puedo”, podemos fácilmente equivocarnos y asumir responsabilidades a las cuáles no estamos preparados. Seguramente, son situaciones difíciles de decir NO, que requieren mucho autoanálisis y maduración. Pero también quien mejor que nosotros para saber que podemos y que no podemos. Difícil, pero no imposible.
En definitiva, casi 50 años después, el principio de Peter sigue vigente más que nunca.