Si hay algo que debería estar en el wish list de todos los gerentes para el año 2022 es una gran dosis de esperanza para los tiempos que se vienen.
La esperanza es uno de los grandes motores que sostienen la actividad gerencial. Una vez alguien me dijo que los problemas nunca desaparecen cuando es uno gerente, sino que detrás de un problema resuelto aparece otro (y ahí está la lógica de la función); pero me agregó que si nos encontramos en algún momento de sosiego y paz sin grandes problemas, hay que ir a buscarlos porque seguramente están latentes y escondidos y es mejor prevenir que curar.
Y en esa dinámica tan desgastante, la esperanza tiene que acompañarnos con el tanque lleno.
No confundir esperanza con optimismo.
El optimismo lleva a creer erróneamente que todo se resuelve, que es casi una cuestión de solo “estar” para que las cosas se encaminen, y que hay también como una alineación de planetas ya predeterminada que hará que todo se resuelva tarde o temprano. Es sólo una cuestión de esperar.
La esperanza tiene también una visión de resolución final, pero no con la total certeza. Esa indefinición y duda lleva a trabajar más en el aquí y ahora para poder resolver los temas. Tener esperanza te lleva a trabajar con ahínco y fuerza en el día a día, con la ilusión del logro final pero sin tener los tickets comprados. La esperanza es hermana de la persistencia e insistencia; se puede lograr sí, pero el champagne mejor no lo compremos.
Les deseo entonces a todos un 2022 lleno de esperanzas y de logros resultantes. Felicidades.