Luego del River- Boca del último fin de semana, y de saberse el resultado, se generó por parte del perdedor una actitud de reconocer en el otro a un ganador, y felicitarlo por el resultado obtenido. Muy loable de su parte, bienvenido ese espíritu y acción.
Pero …
Seguidamente de esta formulación, surge como catarata una serie de razones que opacan la mención anterior (ojo, en este caso fue de Boca, pero podría ser de River también tranquilamente):
- “ganaron porque nosotros nos quedamos sin piernas”
- “la expulsión fue un robo y definió el partido”
- “el DT hizo mal los cambios, si hubierado entrado XXX el resultado era otro”
- “sino se lesionaba Gago, eran 10 y no 9 en cancha”
- Etc..
En resumen, una serie de razones contrafácticas que hubieran definido el partido y el resultado totalmente al revés. Una forma clara y enfática de decir, que el resultado fue así por razones externas e internas muy claras, que atenúan el sentido de perder, de perdedor, para convertirse en realidad en “víctimas”. Víctimas de situaciones evitables, de situaciones que de darse al revés… el resultado era otro.
De esta manera, y corriendo el velo de la declaración primaria, los argumentos siguientes indican entonces con claridad, que la sinceridad primera no es tal, sino que la verdad viene después: “vos no me ganaste, yo no pude ganar o no me dejaron”.
Entonces pregunto: ¿Cuándo será el momento de asumir con humildad que el otro es o fue mejor? ¿De qué sirve la reflexión que busca culpas o culpables, en lugar de mirar al otro con el merecido respeto o reconocimiento?
En definitiva, perder no significa solo autoflagelarse o inundarse de reproches buscando víctimas o victimarios: es también saber admitir que hay otro que, aún siendo yo muy bueno, puede ser mejor, y que merece en serio el premio mayor. Es un paso maduro, es verdad, pero es un paso ganador.