Podes tenerlo todo, saberte seguro desde lo económico para toda la vida y haber ganado los mejores títulos y roto todos los récords en tu profesión deportiva, pero aún así puede ser que no sea suficiente; puede ser que te falte algo, que desees algo que no tenes, y que te sientas vació sin él. Bienvenido el deseo.
Pero con desear no alcanza: hay que trabajar, insistir, prepararse, hacer sacrificios e intentar (con la suerte de tu mano) para poder tenerlo.
Si no, no se entiende, con un seleccionado en construcción, con un nivel bajo de fútbol, y frente al rival de fuste y en su propia casa (casi un reducto inexpugnable) cómo se pueda ganar (y no por penales), y lograr el ansiado título. Gracias Messi, gracias al deseo de Messi.
Le pasó a Messi, pero le puede pasar a cualquiera, porque el deseo es así: caprichoso, irracional, emocional y determinista. Con gran peso en nuestras vidas y en nuestro sentir. No alcanza con tener y mirar para atrás con suficiencia: lo que está delante es muy tentador y motivador.
Por lo tanto, y copiando a Messi ¿qué pasa con tu deseo? ¿Está definido y claro? ¿Sabes lo queres realmente? Y como Messi …¿tenés los patitos alineados para lograrlo? ¿Tu foco está en conseguirlo? ¿Es un deseo en acción o es una excusa para la excusa?
Si no se trabaja para ello, si dejamos que los deseos los coman las represiones y las pormenores racionales … los deseos quedarán en eso, en sólo “buenos deseos”. ¿Es lo que querés?
Porque, OJO, como dijo Oscar Wilde: “Ten cuidado con lo que deseas, se puede convertir en realidad”.